Escrito por JM

Recuerdo hace dos meses cuando te escribí contándote acerca de mi adicción, y cuando me orientaste acerca de cuáles esencias usar, y bueno, aquí está el resultado y mi testimonio.

Tengo 32 años y llevaba dos años consumiendo cocaína. Todo empezó como un inocente juego  (como yo lo veía). Los primeros meses de forma social, donde me divertía mucho sin llegar nunca a pensar en el abismo al que estaba cayendo. La sustancia, sea la que sea, aparece como una herramienta efectiva, pero jamás eficiente. Yo la consumía porque me daba la sensación de que podía hacer cualquier cosa y confiaba en mis decisiones.

Luego de eso, comencé a consumirla más a menudo; ya no era sólo los fines de semana, sino dos a tres veces por semana, y luego al último año de forma diaria, creando tolerancia a la sustancia, esperando que volviera esa euforia que me producía que nunca más volvió. Pasé  de ser una persona honesta, consciente y honrada, a convertirme en alguien con comportamientos completamente ilícitos, mentiroso y manipulador, con una capacidad de victimizarme inmensa (los adictos tenemos la capacidad de hacer llorar a una piedra con tal de conseguir nuestros  objetivos, la droga), a pesar que nunca llegué a robar. Me endeudaba con muchas personas, quienes confiaban en mí, y luego no les pagaba. Mi novio rompió conmigo porque desatendí y dañé por completo nuestra relación. Me sentía cansado y enfermo, mortificado y furioso. Con una tristeza enorme por no tener ninguna motivación más que consumir a diario.

Ya había tocado fondo. Había tenido dos episodios de psicosis exógena por sobredosis y aún así no aprendía la lección. Con toda esa oscuridad en mi alma todavía albergaba una luz para pedir ayuda, y el universo es perfecto. Te pedí ayuda a ti contándote mi situación y amablemente me sugeriste las esencias a utilizar (junto a otras de las que tenía conocimiento): Avellano para cortar la angustia constante que me  amenazaba; el Aliso para desintoxicar todas las áreas de mi ser, dándome confianza, que aún había fe y esperanza; la Luma para hacer consciencia no sólo del daño que le hacemos a los demás, sino hacer consciencia del propio dolor del que era totalmente inconsciente; y Meli, aquella esencia que me enfrentó al guardián de la Puerta, mi sombra, a enfrentar con todo el amor y la misericordia que se merecía mi dolor.

Al comienzo no aceptaba la ayuda de nadie, puesto que un adicto generalmente se siente más atacado que atendido. Creemos que todo el mundo nos quiere dañar, lo que no es más que la sombra del daño que ejercemos nosotros mismos. Mis mecanismos de defensa y mi rebeldía oculta bajaron y di por primera vez un SÍ a la vida  con todo mi corazón. Lloré por cada momento que no fui capaz de cuidar de mí mismo, por todo aquello que me llevó a ese lugar de dolor y desolación. Acepté que yo mismo y ningún otro lo había creado y me perdoné por ello. Aquellas esencias fueron el trampolín a mi sanación, al reconocimiento de mi enfermedad, al valor y la piedad de enfrentarla. Así comencé la danza curativa. Una danza que hasta el día de hoy sigo bailando.

Una semana después de beberlas, decidí internarme para desintoxicarme en una clínica durante 40 días en los cuales las esencias me acompañaron. Las bebía 12 veces al día y ocurrió algo que jamás esperé. En ningún momento tuve un síndrome de abstinencia, en ningún momento padecí una crisis de descontrol. Al contrario. Me acerqué a la meditación, a la contemplación y a participar de forma activa en mi proceso de rehabilitación. Después de ser dañino, me transformé en una esperanza para mí mismo y quizás algún día para los demás. Mi yermo floreció como paraíso, y esta es sólo una parte del viaje que me espera. Siempre con humildad y con la frase célebre «sólo por hoy”.

Gracias a ti por tu compasión y comprensión, y a las flores que me muestran el rostro más hermoso de Dios.

Las esencias en total que me acompañan hasta el día de hoy han sido: Avellano, Aliso, LumaMeli, Añañuca Amarilla y Estrella de la Luz, junto a “Levantando el ánimo”.